Ser fan de la saga Star Wars no es fácil. Alguno dirá que es por los disgustos que da Lucasfilm con las últimas películas y series. No es mi caso. Mi problema es que no hago más que ver cosas bonitas, y claro, me encapricho. Y es que me imagino llegando a casa después de un largo día de trabajo y deshaciéndome del estrés peinando a mi réplica a tamaño natural de Chewbacca. Es un problema, claro, porque primero, tal vez se daría con la cabeza en el techo, y segundo, no me puedo gastar casi 20 mil dólares en eso.
Entre todas las tonterías de Star Wars que me compro, porque quién se resiste a un buen casco de piloto rebelde o a las novedades de The Vintage Collection de Hasbro, no puedo dejar de fascinarme con las cosas que saca Regal Robot. Esta empresa ha sabido tocarme la fibra sensible con sus creaciones, y cada vez que lanzan una nueva pieza, siento que la Fuerza me susurra al oído para que saque la tarjeta de crédito.
Dónde coloco esto, y sobretodo, cómo lo pago
Regal Robot es una compañía especializada en crear objetos de coleccionista que van mucho más allá de las simples figuras de acción. Lo suyo es recrear piezas icónicas del universo de Star Wars con un nivel de detalle enfermizo. Hay dos tipos de productos que me fascinan especialmente. Por un lado, las más espectaculares, réplicas a tamaño natural de algunas de las criaturas de las películas. O al menos, partes de ellas, como la cabeza de un Tauntaun o de un Wampa. Y por el otro, las réplicas de las maquetas y diseño de criaturas usadas por Lucasfilm en la preproducción de las películas de Star Wars. Os aseguro que hay un busto de Bib Fortuna que me hace ojitos.

Me resulta imposible mirando estas piezas. No estamos hablando de simples reproducciones, sino de piezas muy detalladas que capturan la esencia de la saga de una forma alucinante. A ver, es que esta gente se ha encargado de restaurar las piezas originales del archivo de Lucasfilm, así que, claro, conocen de primera mano el material original. Pero yo no cuento con el presupuesto de George Lucas. Claro, uno comprende lo limitado de estas piezas y casi puede justificar el precio, pero entre eso, el envío, y el palo que te meten ahora en aduanas con casi todo lo que viene de fuera de la UE, pues me veo en la calle abrazado a mi busto de Bib Fortuna, que mira cariñoso, pero ni abriga ni se come.
En mi cabeza, mi casa ideal sería una especie de palacio de Jabba el Hutt, donde cada rincón estaría decorado con piezas de coleccionista impresionantes. Un Han Solo en carbonita en el salón, una cabeza de Rancor en la pared, y por supuesto, un trono para recibir a mis amigos con la dignidad que merecen. Pero la realidad es que vivo en un piso modesto donde ya me cuesta pasar de un cuarto a otro sin tropezar con los libros y cómics apellidos en el suelo. Soñar es gratis, pero Star Wars no. Por eso, estoy empezando a abrazar una filosofía de "se mira pero no se toca", que a efectos prácticos viene a ser lo mismo que negar la existencia de estos objetos. Y si no existen, no los puedo desear. Es mejor así. Intento hacer lo mismo con los donuts.

Si no te has sentido tentado con estas golosinas de Star Wars, Regal Robot tiene también réplicas de Indiana Jones, como el ídolo de la fertilidad, la urna de Nurhachi o la lápida del caballero cruzado. Y si nada de esto te seduce, a lo mejor prefieres que te hagan una mesa para tu despacho con un cráneo fosilizado de un tiranosaurio. En serio. Pero por favor, si logras hacerte con una de estas maravillas, avísame. Necesito vivir el sueño a través de alguien más.
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