Neuromancer, la legendaria novela de William Gibson, tiene el honor de ser no solo una de las mejores novelas de ciencia ficción jamás escritas, sino también uno de esos momentos cruciales en la historia de la cultura pop en los que se fundó algo completamente nuevo. Con esta obra, publicada en 1984, se terminaron de definir las reglas básicas de lo que hoy entendemos como el género cyberpunk. Un género que, desde entonces, ha servido de base para historias que hoy consideramos imprescindibles, desde la saga Cyberpunk 2077.
Sinceramente, Neuromancer es una de esas novelas que he atesorado durante años como una de mis lecturas favoritas de ciencia ficción. Me marcó profundamente en su momento, y cada relectura me ha devuelto al vértigo de un mundo futuro que se sentía más cercano de lo que debería. Así que cuando Apple TV+ anunció que estaba trabajando en una adaptación en formato serie, no pude evitar sentir emociones encontradas. Por un lado, la ilusión de ver este universo por fin llevado a la pantalla con los medios que merece. Por otro, ese temor tan íntimo que todos conoceís de que sea una de esas adaptaciones fallidas, incapaz de capturar la esencia de la obra original, que termine decepcionándome por querer abarcar demasiado o, peor aún, por no entender de qué iba la historia realmente.
Seamos honestos, los años 80 tenían su propio lenguaje visual en la ciencia ficción, y sigue siendo fascinante
Pero tengo que reconocer que las primeras imágenes que han llegado desde el rodaje me han devuelto la ilusión. Especialmente porque la caracterización de Briana Middleton como Molly es, por fin, muy cercana a lo que siempre imaginé. Molly, con sus implantes oculares que parecen dos cucharas pegadas a los ojos, no solo es uno de los personajes más emblemáticos de Gibson, sino también una figura icónica del imaginario cyberpunk. Verla así, tan fiel a la estética que llevo décadas soñando, ha sido como volver a esa primera y lejana lectura del libro. Y aunque las cucharas metálicas sobre los párpados puedan parecer exageradas a ojos actuales, me alegra muchísimo ver que la serie no rehúye de estos detalles. Al contrario, los abraza, respetando la estética original. Porque, seamos honestos, los años 80 tenían su propio lenguaje visual en la ciencia ficción, y sigue siendo fascinante, y si no, echarle un ojo a la ilustración de la portada del juego de rol original de Cyberpunk.
En este punto, no puedo evitar acordarme de mis queridos Deus Ex. El primer juego, de 2000, es otro de esos pilares que capturó la esencia del cyberpunk como pocos. Oscuro, denso, repleto de conspiraciones y con una estética decadente y tecnificada que bebía directamente de Neuromancer. Me atrevería a decir que sin Gibson, nunca habríamos tenido un JC Denton. Y lo mismo podemos decir de System Shock, Observer o incluso parte del ADN de Metal Gear Solid. Ver que la nueva serie parece querer recuperar ese espíritu es, francamente, motivo para emocionarse.

Carne, cromo, neón y chupas de cuero
El cyberpunk de los 80 era algo más que una moda estética. Era un movimiento cultural y literario que surgía de la desilusión frente a un futuro dominado por la tecnología y el capital, donde el individuo se difuminaba entre datos, redes y corporaciones sin rostro. Escritores como Bruce Sterling, Rudy Rucker o Pat Cadigan, junto al propio Gibson, imaginaban mundos hipertecnológicos, pero profundamente humanos en sus contradicciones. Mundos donde la tecnología no traía salvación, sino nuevas formas de desigualdad, alienación y dependencia. Eran tiempos de microchips, de los primeros pasos de Internet, del miedo a las inteligencias artificiales… y estos autores supieron captar todo eso y convertirlo en literatura de primera línea.
A nivel artístico el cyberpunk cristalizó en el imaginario colectivo gracias a maestros como Syd Mead, Masamune Shirow, Katsuhiro Otomo, Moebius, Juan Giménez o Enki Bilal.Lo fascinante del cyberpunk es cómo nos ofrecía una visión distópica del futuro que parecía más probable que cualquier utopía, alejándose a toda velocidad y en dirección contraria a Star Trek o 2001: Odisea en el Espacio. Frente al optimismo del space opera o la ciencia ficción dura más clásica, el cyberpunk nos hablaba de ciudades abarrotadas, de cielos siempre oscuros, de implantes corporales que eran tanto símbolo de poder como de servidumbre. Y eso, en plena era Reagan y con Japón alzándose como potencia tecnológica, caló en la imaginación colectiva como pocas veces se ha visto.
Tal vez ese espíritu heredado del punk y su "no future" fuera la clave de la popularidad del género en su momento, y por desgracia, tal vez también esa decepción social e incertidumbre ante el futuro sean los que están revitalizado el género de la mano de otras distopías actuales como The Last of Us o El Cuento de la Criada. Por ahora, no tenemos una fecha oficial de estreno, pero todo apunta a que no veremos Neuromancer en nuestras pantallas hasta finales de 2025, o incluso ya entrado 2026. Aun así, vale la pena mantenerse atentos, y además, os da tiempo a leerlos los libros de Gibson si no lo habéis hecho ya, porque esta podría ser, al fin, la fantasía cyberpunk con la que soñábamos hace más de cuarenta años.
Imagen de portada: Rafael Moco.
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